La enfermedad y la muerte inclementes
han apagado el fuego en nuestro hogar:
de tus dos ojos tiernos y fervientes,
del corazón que me hacía gozar,
de los besos, dictámentes potentes,
de los transportes como resplandores,
¿qué nos queda? ¡Oh cenizas indolentes!,
un pálido dibujo a tres colores,
que, como yo, muere en la soledad,
y a quien el Tiempo, en su cobarde huída,
borra con ambas alas sin piedad...
Negro asesino del arte y de la vida,
tú no me arrancarás de la memoria
a la que fue mi placer y mi gloria.
- Las Flores del Mal- C. Baudelaire.
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